Sinopsis
Ray y Ken son dos asesinos a sueldo que tras un trabajo complicado en Londres, son enviados a descansar a Brujas por su jefe. En esta ciudad, como sacada de un cuento de hadas, se hacen pasar por turistas. Pero mientras Ray no consigue olvidar las brutales imágenes de su último trabajo, Ken descubre el efecto positivo que tiene el lugar en su mente y alma. Cuando llega la llamada del jefe para conocer el siguiente movimiento, sus vacaciones se van a convertir en una lucha por su supervivencia.
"Escondidos en Brujas" es el primer largometraje del dramaturgo inglés, de padres irlandeses, Martin McDonagh, que ha sido nominado a dos premios Olivier y a cuatro Tony por otras obras suyas. En 2006 consiguió el Oscar al Mejor Corto por "Six Shooter", protagonizado por Brendan Gleeson. Esta comedia negra, muy directa y con mucho suspense, tomó forma cuando McDonagh pasó un fin de semana en Brujas, la ciudad medieval mejor conservada de Bélgica, que se convierte por derecho propio, en un personaje más, eso sí, fascinante como pocos.
Además de un guión inteligente y unos diálogos muy rápidos, una baza muy importante de esta cinta son sus actores. Dando vida a los dos asesinos a sueldo, nos encontramos a dos de los mejores actores irlandeses del momento y que en la pantalla mantienen una relación tipo padre-hijo: Colin Farrel (Tigerland, Última llamada) y Brendan Gleeson (El reino de los cielos, Beowulf). El tercero en discordia, y jefe de los dos, es el británico Ralph Fiennes (El paciente inglés, La lista de Schindler).
Crítica
La ópera prima de Martin McDonagh tiene un don que escasea, y mucho, en el cine occidental contemporáneo: es una película sorprendente. Huye como la peste de los caminos trillados del thriller, de las rutas prefijadas y de los clímax telegrafiados. "Escondidos en Brujas" es una película auténtica, inesperadamente compleja, de lecturas superpuestas y personalidad desbordante. Y esa es precisamente su mejor virtud, su exquisita ductilidad y la capacidad de mutación en movimiento amagando con ser muchas películas para acabar por ser una en la que brillantemente todas tienen cabida. La propuesta de McDonagh interactúa con el espectador a múltiples niveles porque no se cansa de redescubrirse, de plegarse sobre sí misma y de explorar quiebros alternativos.
Envasada como un hipnótico cajón de sastre genérico en el que las risas negras del enredo criminal con panorámicas medievales se engangrenan prologando la explosión de lo grotesco, en la oscuridad de un relato atroz, de implicaciones morales altamente inflamables, "Escondidos en Brujas" adquiere, progresivamente, un semblante gótico a juego con el espectacular paraje urbano que secuestra el relato. Brujas se presenta así como un personaje más, un escenario cambiante, cuyos misteriosos rincones milenarios parecen asfixiar el relato conduciéndolo, contra su voluntad, hacia las tinieblas de lo sórdido. Como thriller de ajuste de cuentas, la cinta de McDonagh se reivindica única porque la venganza está manchada por las implicaciones de un conflicto moral en toda regla, por el dilema ético de un criminal sin escrúpulos (soberbio Ralph Fiennes) con código de honor que rinde cuentas por la inmoralidad de un desliz humanamente abyecto y no por lo de siempre, por dinero, traición o mala praxis.
El conflicto, y he ahí la novedad, estalla entre tres criminales con principios que dirimen la batalla en el terreno de la ética. Así la cinta camina hundiéndose progresivamente entre las sombras hacia un desenlace brutal e hiperviolento que, nuevamente, hace añicos los esquemas. Lóbrego y de un dramatismo terriblemente explícito el final de la película nos obliga, y no es la primera vez, a replantearnos la verdadera naturaleza de una película en continua metamorfosis, que es comedia, thriller, excursión turística y dramón de implicaciones morales todo en uno. Farrell, Gleeson y el citado Fiennes apuntalan los infinitos matices del retorcido paisaje humano de la cinta, situando a "Escondidos en Brujas", por encima de sus posibles debilidades, entre la crema de la cosecha veraniega gracias a su desconcertante y proverbial apuesta por lo insólito y, entre los paradisíacos rincones de piedra de la joya flamenca, por la narrativa caleidoscópica.
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