Me llegó tarde la adolescencia, la rebeldía, con 47 años resulta todo patético, hasta querer ser rebelde, me llegó tarde la libertad pero llegó para quedarse, porque es fácil llegar pero arduo estar.
La cosa empezó mal
Me acuerdo de cuando nací, porque llovía.
Mujeres
Tengo una abuela que me quiere, una madre que me ama, una mujer que me adora y una hija que me idolatra. Las mujeres han marcado mi vida.
Un tren tras otro
Me senté en la estación. Pasó un tren. Y luego diez más. No cogí ninguno. Como había ocurrido en los quince últimos días. Como había ocurrido desde que abandoné la adolescencia.
Felicidad
Lo intenté siempre que pude. Con mi pareja, con mi familia, con mis amigos. Pero no lo conseguí. La felicidad plena es imposible. Y eso me hace muy feliz.
lunes, 21 de abril de 2008
domingo, 20 de abril de 2008
sin fama no eres nada
REPORTAJE
Sin fama no eres nada
Los participantes en programas de telerrealidad viven las secuelas del olvido - Diez de ellos cuentan su experiencia
C. PÉREZ-LANZAC
Los acontecimientos sucedieron así: el 23 de abril de 2000, 10 desconocidos entraron en la casa de Gran Hermano (Tele 5), un nuevo programa del que estuvo pendiente toda España. Noventa días más tarde, la abandonaba el último de ellos, el gaditano Ismael Beiro. Se embolsó menos dinero que los futuros vencedores, 20 millones de pesetas, pero más fama que ninguno de ellos. Tres años más tarde, seguía colaborando en programas de radio y televisión. Vivía pegado al móvil, a un ritmo de locos, iba en moto de acá para allá... El 10 de mayo de 2003, le arrolló un coche. Traumatismo craneoencefálico. Pulmones encharcados. Fractura en cadera, tibia y peroné. Trastorno psicológico. El 24 de enero de 2004, aún con muletas, Beiro se enroló en La isla de los famosos, un reality que, como sabemos, consiste en pasar hambre y sufrir penurias lejos de la civilización (y de los hospitales). Fue una locura, lo reconoce. Pero nadie, excepto los médicos, le disuadió de hacerlo. Tampoco su representante, que se embolsaba el 20% de sus ingresos.
Hoy, Beiro (33 años) tiene buen aspecto, aunque no mueve bien un tobillo y ha perdido el olfato. Sigue viviendo a un ritmo frenético, pero ha cambiado la moto por un Volkswagen Polo. La televisión engulle, digiere y defeca, y Beiro está sudando la gota gorda para seguir aferrado a ella. Ha cursado un master en dirección de empresas audiovisuales, ha escrito una tesis sobre los contenidos para móviles, va a la escuela de interpretación de Coraza, ha estudiado guitarra, se ha hecho un book, sigue al dedillo la programación. En su mente hay un objetivo: televisión. Esta semana, ha hecho pruebas para interpretar a un personaje en una serie. Beiro es consciente de que lleva "Gran Hermano" escrito en la frente y de que eso le resta puntos. Es una losa sobre sus hombros.
El miércoles se cumplen ocho años desde que la telerrealidad entró en nuestra vida y sobre todo en las de sus cientos de participantes. El bus, Supervivientes, Confianza ciega, Estudio de actores, Operación Triunfo, Popstars, La granja, La casa de tu vida, Factor X, Libertad vigilada, Supermodelo, Fama, Hijos de Babel... Todos viven con las secuelas. Emociones fuertes, fama, fotos, fiestas, dinero... Y mucha enajenación. "Te conviertes en un muñeco de feria, pero estás en un ego tan grande que no puedes analizar la situación", explica Íñigo González, de GH1, que ahora es periodista en Castilla-La Mancha. "Es como si tuvieras la cabeza llena de espuma", corrobora su compañero de experiencia Koldo Sagastizábal, que ahora trabaja en Expedia, una empresa de viajes online.
Ania Iglesias, también de GH1, describe el proceso de desengaño con claridad: "Cuando sales nadie te toma en serio y pierdes parte de tu identidad. ¿Eres un famoso o el panadero de siempre? Luego, cuando llega la siguiente edición, o das escándalos y entras en el mundo del corazón, o las cadenas empiezan a apartarte. Ése es el momento jodido. Entonces te das cuenta de que te has convertido en un producto. A mí me costó una gran aceptación, pero es así: venimos de la mediocridad y, salvo excepciones, ahí nos quedamos. Ahora tengo una agencia de modelos (Glam Management), pero procuro no comparecer. Sé que me dan menos credibilidad".
Nos lo hemos aprendido: la fama tras participar en un reality se va esfumando. Y cuando eso sucede, explica el psicólogo José Errasti, los concursantes tienen dos opciones, ambas malas: "O entran en un círculo vicioso que les obliga a seguir siendo famoso para mantener su nivel económico, o vuelven al anonimato, lo que provoca resentimiento y frustración". Mónica Guerrero, de La casa de tu vida (Tele 5), es el ejemplo perfecto de ese círculo vicioso. Ella y sus padres se zambulleron en los programas de corazón. Nadie la obligó, pero dio carnaza, y eso le ha destrozado los nervios. Al teléfono, empieza a sollozar. "Han pasado cuatro años y todavía lo tengo todo dentro". Alguien le sugirió que fuera a un psicólogo. Lo hizo, pero éste le puso como condición que se alejara de la tele. Poco después, la llamaron de Aquí hay tomate. ¡A la porra la terapia! "Y lo volvería a hacer", avisa. "Nadie me contrata como profesora y mis agentes me han estafado. Necesito dinero".
Roberto Ontiveros, director de siete ediciones de Gran Hermano, está acostumbrado a las críticas: "Me parece bien que nos preocupemos por los concursantes, pero no saquemos las cosas de quicio. Se les dicen las cositas muy claritas". Enrique García Huete, responsable del equipo de psicólogos de Zeppelin, la productora estrella de estos programas, asegura que escogen a gente "fuerte, resistente a las patologías. Son como rocas; es difícil que el viento los bandee". García subraya que cuando termina el programa ayudan a los concursantes a elaborar "estrategias para defenderse", sobre todo a los que, como Mónica, fueron los malos oficiales de su reality, un formato muy dado a estereotipar. García recuerda que después pueden recurrir a su ayuda, "pero pocos lo hacen".
Si usted sufriera algún tipo de trastorno tras pasar por un programa, ¿acudiría a la fuente del problema pidiendo ayuda? Rafael López no lo hizo. Su historia es demasiado increíble para ser verdad: era seminarista, abandonó el convento para "probar la vida", alguien le dijo que era el candidato perfecto para GH y se apuntó. Participó en la cuarta edición. Cuando salió, comprobó que se mofaban de él. Se había convertido en un "personajillo". "Me cambió la personalidad, me volví distante, triste, frío...". Durante dos años recibió ayuda psicológica. Han pasado otros cuatro; ahora estudia Comunicación Audiovisual. ¿Secuelas? "No me las quito de encima. Ando mirando al suelo, lo paso fatal cuando me reconocen, me parece que todos hablan de mí".
En dos años, ha habido un boom de los formatos que fomentan un talento (cantar, bailar, desfilar...). Los que "te abren las puertas para cumplir tu sueño". ¿Es eso cierto? Sí y no. Naim Thomas participó en el primer Operación Triunfo (TVE). Cuando entró, tenía una carrera incipiente, había trabajado con Ventura Pons. Cuando salió, era famosísimo, sí, pero ese tipo de ofertas dejaron de llegar: "OT me abrió puertas cuantitativamente. Cualitativamente, me las cerró. Conseguimos fama, pero no prestigio". Naim se marchó a Estados Unidos "para templar las aguas". A su vuelta protagonizó el musical El rey de las bodas. Ahora es jurado de Madrid Superstar (Telemadrid).
Mayte Prieto tenía 17 años cuando entró en la primera edición de Supermodelo (Cuatro). Ahora se ha alejado de Elite, la agencia que representa a la mayoría de las concursantes. Ya no quiere ser modelo, sino maquilladora. Resume su experiencia así: "El programa me ha abierto caminos, pero no me gustó la idea que nos vendieron de la moda. Nos trataban bastante mal y he comprobado que la realidad no es así. Cuando salí, sufrí bajones emocionales, sentí que habían explotado mi imagen. O haces un programa de moda o un reality". Supermodelo, por cierto, regresa esta semana con cambios: ahora es mixto y ha subido de 16 a 18 años la edad para concursar. ¿Motivos? "Los menores necesitan el consentimiento de sus padres y eso retrasa los castings. Además, son más maduros y saben mejor qué quieren", explican.
Javián, de OT1, señala otro problema de los participantes: el desconocimiento. "OT no es malo ni te engaña, que conste que estoy encantado. Lo que sí pasa es que por ignorancia firmas contratos o aceptas cosas de las que te arrepientes. El tema Mi música es tu voz lo compusimos entre todos los concursantes. Un día, llegó un productor e hizo unos arreglos. Nos preguntó si nos gustaban. Dijimos que sí. Y se llevó el 50% de los derechos de autor. Eso, ahora, no lo aceptaría. En Sevilla doy clase en una escuela de artistas. Les explico qué es la SGAE [Sociedad General de Autores y Editores], la AIE [Sociedad de Gestión de España]...".
Estos días, Operación Triunfo celebra su sexta edición. ¿Alguien sabe qué fue de los participantes de la tercera? ¿De la quinta? ¿Quién ganó el último Gran Hermano? Es evidente: los concursantes cada vez generan menos interés. Karen, una explosiva canaria que elevó el contenido erótico del último GH, reconoce que no se están cumpliendo sus expectativas económicas. "Me pagan 200 euros máximo por ir a una discoteca. Tengo un contrato de dos años con Telegenia [la agencia de representación de Zeppelin], que cobra un 30% de mis ingresos, pero apenas me ofrecen nada. Y en los castings no me toman en serio. Gran Hermano me ha perjudicado. Si lo sé, no me meto".
Según Corporación Multimedia, la telerrealidad está en decadencia. En 2002 aportaba a la audiencia de las cadenas generalistas 4,1 puntos de cuota. En 2006, la cifra había caído a 2,2. El año pasado, a 1,8. Eso obliga a las televisiones, que nutren su parrilla de los contenidos de los realities (un formato bastante rentable), a buscar perfiles más tendentes al escándalo. El productor de un reality, que no quiere ser citado, lo reconoce: "Te piden que haya malos rollos, que se enamoren... Espectáculo". García Huete, concede: "A veces entra gente que los psicólogos no hubiéramos recomendado, pero son los productores quienes hacen la selección final. Hay casos en los que hemos arriesgado un poco más".
¿Se está arriesgando demasiado? La psicóloga María Jesús Álava opina que sí: "Se está sacrificando a la gente para conseguir grandes audiencias en función de historias que les pueden afectar. Viendo estos programas, uno se pregunta, ¿nos importa lo que les pueda pasar? Muy poco, porque sabemos que algunos son muy jóvenes para asimilar todo eso". El tema no es baladí. En Estados Unidos, donde el formato nos saca años y grados de locura de ventaja, se han suicidado al menos tres concursantes. Najai Turpin, de 23 años, se metió un tiro en la cabeza después de que se emitiera el capítulo de The Contender que protagonizaba. Nathan Clutter, de 26 años, se lanzó al vacío tras ser eliminado de Paradise Hotel 2. Cheryl Kosewicz, de 35 años, se quitó la vida tras ser expulsada de Pirate Master. Al margen de estos casos dramáticos, lo cierto es que en Estados Unidos y el Reino Unido cada vez se habla más de "víctimas" de realities. En 2006, el artista inglés Phil Collins fue finalista al Premio Turner, que concede la Tate Britain, con su proyecto The return of the real, que consiste, básicamente, en oír a ex concursantes quejarse sobre su experiencia.
A pesar de todo, ni Mónica Guerrero ni ninguno de los entrevistados, culpa al programa: "El concurso no me ha engañado ni me ha puesto verde. Eso vino después", explica ella, lo que resume el espíritu generalizado. Si les preguntas si se arrepienten, la respuesta es "no". Ni siquiera los que lo han pasado mal. Si les preguntas si, de poder dar marcha atrás, volverían a participar, la cosa cambia: "Me lo pensaría dos y tres veces" (Ania Iglesias). "Con el propósito de ser modelo, no" (Mayte Prieto). "Supongo que no" (Mónica Guerrero). "Claro que no" (Karen). "Me lo pensaría muy mucho" (Rafael López). "Por supuestísimo que no" (Naim Thomas).
Sin fama no eres nada
Los participantes en programas de telerrealidad viven las secuelas del olvido - Diez de ellos cuentan su experiencia
C. PÉREZ-LANZAC
Los acontecimientos sucedieron así: el 23 de abril de 2000, 10 desconocidos entraron en la casa de Gran Hermano (Tele 5), un nuevo programa del que estuvo pendiente toda España. Noventa días más tarde, la abandonaba el último de ellos, el gaditano Ismael Beiro. Se embolsó menos dinero que los futuros vencedores, 20 millones de pesetas, pero más fama que ninguno de ellos. Tres años más tarde, seguía colaborando en programas de radio y televisión. Vivía pegado al móvil, a un ritmo de locos, iba en moto de acá para allá... El 10 de mayo de 2003, le arrolló un coche. Traumatismo craneoencefálico. Pulmones encharcados. Fractura en cadera, tibia y peroné. Trastorno psicológico. El 24 de enero de 2004, aún con muletas, Beiro se enroló en La isla de los famosos, un reality que, como sabemos, consiste en pasar hambre y sufrir penurias lejos de la civilización (y de los hospitales). Fue una locura, lo reconoce. Pero nadie, excepto los médicos, le disuadió de hacerlo. Tampoco su representante, que se embolsaba el 20% de sus ingresos.
Hoy, Beiro (33 años) tiene buen aspecto, aunque no mueve bien un tobillo y ha perdido el olfato. Sigue viviendo a un ritmo frenético, pero ha cambiado la moto por un Volkswagen Polo. La televisión engulle, digiere y defeca, y Beiro está sudando la gota gorda para seguir aferrado a ella. Ha cursado un master en dirección de empresas audiovisuales, ha escrito una tesis sobre los contenidos para móviles, va a la escuela de interpretación de Coraza, ha estudiado guitarra, se ha hecho un book, sigue al dedillo la programación. En su mente hay un objetivo: televisión. Esta semana, ha hecho pruebas para interpretar a un personaje en una serie. Beiro es consciente de que lleva "Gran Hermano" escrito en la frente y de que eso le resta puntos. Es una losa sobre sus hombros.
El miércoles se cumplen ocho años desde que la telerrealidad entró en nuestra vida y sobre todo en las de sus cientos de participantes. El bus, Supervivientes, Confianza ciega, Estudio de actores, Operación Triunfo, Popstars, La granja, La casa de tu vida, Factor X, Libertad vigilada, Supermodelo, Fama, Hijos de Babel... Todos viven con las secuelas. Emociones fuertes, fama, fotos, fiestas, dinero... Y mucha enajenación. "Te conviertes en un muñeco de feria, pero estás en un ego tan grande que no puedes analizar la situación", explica Íñigo González, de GH1, que ahora es periodista en Castilla-La Mancha. "Es como si tuvieras la cabeza llena de espuma", corrobora su compañero de experiencia Koldo Sagastizábal, que ahora trabaja en Expedia, una empresa de viajes online.
Ania Iglesias, también de GH1, describe el proceso de desengaño con claridad: "Cuando sales nadie te toma en serio y pierdes parte de tu identidad. ¿Eres un famoso o el panadero de siempre? Luego, cuando llega la siguiente edición, o das escándalos y entras en el mundo del corazón, o las cadenas empiezan a apartarte. Ése es el momento jodido. Entonces te das cuenta de que te has convertido en un producto. A mí me costó una gran aceptación, pero es así: venimos de la mediocridad y, salvo excepciones, ahí nos quedamos. Ahora tengo una agencia de modelos (Glam Management), pero procuro no comparecer. Sé que me dan menos credibilidad".
Nos lo hemos aprendido: la fama tras participar en un reality se va esfumando. Y cuando eso sucede, explica el psicólogo José Errasti, los concursantes tienen dos opciones, ambas malas: "O entran en un círculo vicioso que les obliga a seguir siendo famoso para mantener su nivel económico, o vuelven al anonimato, lo que provoca resentimiento y frustración". Mónica Guerrero, de La casa de tu vida (Tele 5), es el ejemplo perfecto de ese círculo vicioso. Ella y sus padres se zambulleron en los programas de corazón. Nadie la obligó, pero dio carnaza, y eso le ha destrozado los nervios. Al teléfono, empieza a sollozar. "Han pasado cuatro años y todavía lo tengo todo dentro". Alguien le sugirió que fuera a un psicólogo. Lo hizo, pero éste le puso como condición que se alejara de la tele. Poco después, la llamaron de Aquí hay tomate. ¡A la porra la terapia! "Y lo volvería a hacer", avisa. "Nadie me contrata como profesora y mis agentes me han estafado. Necesito dinero".
Roberto Ontiveros, director de siete ediciones de Gran Hermano, está acostumbrado a las críticas: "Me parece bien que nos preocupemos por los concursantes, pero no saquemos las cosas de quicio. Se les dicen las cositas muy claritas". Enrique García Huete, responsable del equipo de psicólogos de Zeppelin, la productora estrella de estos programas, asegura que escogen a gente "fuerte, resistente a las patologías. Son como rocas; es difícil que el viento los bandee". García subraya que cuando termina el programa ayudan a los concursantes a elaborar "estrategias para defenderse", sobre todo a los que, como Mónica, fueron los malos oficiales de su reality, un formato muy dado a estereotipar. García recuerda que después pueden recurrir a su ayuda, "pero pocos lo hacen".
Si usted sufriera algún tipo de trastorno tras pasar por un programa, ¿acudiría a la fuente del problema pidiendo ayuda? Rafael López no lo hizo. Su historia es demasiado increíble para ser verdad: era seminarista, abandonó el convento para "probar la vida", alguien le dijo que era el candidato perfecto para GH y se apuntó. Participó en la cuarta edición. Cuando salió, comprobó que se mofaban de él. Se había convertido en un "personajillo". "Me cambió la personalidad, me volví distante, triste, frío...". Durante dos años recibió ayuda psicológica. Han pasado otros cuatro; ahora estudia Comunicación Audiovisual. ¿Secuelas? "No me las quito de encima. Ando mirando al suelo, lo paso fatal cuando me reconocen, me parece que todos hablan de mí".
En dos años, ha habido un boom de los formatos que fomentan un talento (cantar, bailar, desfilar...). Los que "te abren las puertas para cumplir tu sueño". ¿Es eso cierto? Sí y no. Naim Thomas participó en el primer Operación Triunfo (TVE). Cuando entró, tenía una carrera incipiente, había trabajado con Ventura Pons. Cuando salió, era famosísimo, sí, pero ese tipo de ofertas dejaron de llegar: "OT me abrió puertas cuantitativamente. Cualitativamente, me las cerró. Conseguimos fama, pero no prestigio". Naim se marchó a Estados Unidos "para templar las aguas". A su vuelta protagonizó el musical El rey de las bodas. Ahora es jurado de Madrid Superstar (Telemadrid).
Mayte Prieto tenía 17 años cuando entró en la primera edición de Supermodelo (Cuatro). Ahora se ha alejado de Elite, la agencia que representa a la mayoría de las concursantes. Ya no quiere ser modelo, sino maquilladora. Resume su experiencia así: "El programa me ha abierto caminos, pero no me gustó la idea que nos vendieron de la moda. Nos trataban bastante mal y he comprobado que la realidad no es así. Cuando salí, sufrí bajones emocionales, sentí que habían explotado mi imagen. O haces un programa de moda o un reality". Supermodelo, por cierto, regresa esta semana con cambios: ahora es mixto y ha subido de 16 a 18 años la edad para concursar. ¿Motivos? "Los menores necesitan el consentimiento de sus padres y eso retrasa los castings. Además, son más maduros y saben mejor qué quieren", explican.
Javián, de OT1, señala otro problema de los participantes: el desconocimiento. "OT no es malo ni te engaña, que conste que estoy encantado. Lo que sí pasa es que por ignorancia firmas contratos o aceptas cosas de las que te arrepientes. El tema Mi música es tu voz lo compusimos entre todos los concursantes. Un día, llegó un productor e hizo unos arreglos. Nos preguntó si nos gustaban. Dijimos que sí. Y se llevó el 50% de los derechos de autor. Eso, ahora, no lo aceptaría. En Sevilla doy clase en una escuela de artistas. Les explico qué es la SGAE [Sociedad General de Autores y Editores], la AIE [Sociedad de Gestión de España]...".
Estos días, Operación Triunfo celebra su sexta edición. ¿Alguien sabe qué fue de los participantes de la tercera? ¿De la quinta? ¿Quién ganó el último Gran Hermano? Es evidente: los concursantes cada vez generan menos interés. Karen, una explosiva canaria que elevó el contenido erótico del último GH, reconoce que no se están cumpliendo sus expectativas económicas. "Me pagan 200 euros máximo por ir a una discoteca. Tengo un contrato de dos años con Telegenia [la agencia de representación de Zeppelin], que cobra un 30% de mis ingresos, pero apenas me ofrecen nada. Y en los castings no me toman en serio. Gran Hermano me ha perjudicado. Si lo sé, no me meto".
Según Corporación Multimedia, la telerrealidad está en decadencia. En 2002 aportaba a la audiencia de las cadenas generalistas 4,1 puntos de cuota. En 2006, la cifra había caído a 2,2. El año pasado, a 1,8. Eso obliga a las televisiones, que nutren su parrilla de los contenidos de los realities (un formato bastante rentable), a buscar perfiles más tendentes al escándalo. El productor de un reality, que no quiere ser citado, lo reconoce: "Te piden que haya malos rollos, que se enamoren... Espectáculo". García Huete, concede: "A veces entra gente que los psicólogos no hubiéramos recomendado, pero son los productores quienes hacen la selección final. Hay casos en los que hemos arriesgado un poco más".
¿Se está arriesgando demasiado? La psicóloga María Jesús Álava opina que sí: "Se está sacrificando a la gente para conseguir grandes audiencias en función de historias que les pueden afectar. Viendo estos programas, uno se pregunta, ¿nos importa lo que les pueda pasar? Muy poco, porque sabemos que algunos son muy jóvenes para asimilar todo eso". El tema no es baladí. En Estados Unidos, donde el formato nos saca años y grados de locura de ventaja, se han suicidado al menos tres concursantes. Najai Turpin, de 23 años, se metió un tiro en la cabeza después de que se emitiera el capítulo de The Contender que protagonizaba. Nathan Clutter, de 26 años, se lanzó al vacío tras ser eliminado de Paradise Hotel 2. Cheryl Kosewicz, de 35 años, se quitó la vida tras ser expulsada de Pirate Master. Al margen de estos casos dramáticos, lo cierto es que en Estados Unidos y el Reino Unido cada vez se habla más de "víctimas" de realities. En 2006, el artista inglés Phil Collins fue finalista al Premio Turner, que concede la Tate Britain, con su proyecto The return of the real, que consiste, básicamente, en oír a ex concursantes quejarse sobre su experiencia.
A pesar de todo, ni Mónica Guerrero ni ninguno de los entrevistados, culpa al programa: "El concurso no me ha engañado ni me ha puesto verde. Eso vino después", explica ella, lo que resume el espíritu generalizado. Si les preguntas si se arrepienten, la respuesta es "no". Ni siquiera los que lo han pasado mal. Si les preguntas si, de poder dar marcha atrás, volverían a participar, la cosa cambia: "Me lo pensaría dos y tres veces" (Ania Iglesias). "Con el propósito de ser modelo, no" (Mayte Prieto). "Supongo que no" (Mónica Guerrero). "Claro que no" (Karen). "Me lo pensaría muy mucho" (Rafael López). "Por supuestísimo que no" (Naim Thomas).
jueves, 17 de abril de 2008
martes, 15 de abril de 2008
Veneros del Diablo
Fernando del Paso
Los veneros de petróleo que nos dio el Diablo
Con esta contribución me incluyo y me retiro al mismo tiempo del llamado debate sobre el petróleo. En un programa difundido la semana pasada en el Canal 11, el senador por el PRD Graco Ramírez afirmó –cito de memoria– que la gran mayoría de los mexicanos tiene una opinión definida sobre el futuro del petróleo en México. Es probable que, sin embargo, yo no pertenezca a esa gran mayoría: me retiro porque no tengo la capacidad, o en otras palabras, la preparación, los estudios necesarios para opinar sobre las implicaciones tecnológicas y económicas de una reforma energética. Coincido con lo que dijo Manuel Bartlett Díaz en la revista Forma del mes de enero-febrero de este 2008: “Nadie sabe qué es la reforma energética y todos saben qué es la reforma energética”.
Sí pertenezco, en cambio, a esa mayoría total –quiero pensar que lo es– de mexicanos que estamos dispuestos a defender a ultranza nuestro petróleo. ¿Quién no lo está? Pero pertenecer a esta mayoría, y formar parte de un grupo selecto en el que se mezclan simples novelistas –como un servidor– con expertos en politología, historia y economía, es otra cosa. En este caso, pienso que el escritor queda en desventaja. O al menos yo, por mi ignorancia.
Ampararse con la bandera de la ignorancia no es, desde luego, un motivo de orgullo y mucho menos un pretexto digno para retirarse de la arena. En las últimas semanas he leído con asiduidad y con cuidado una buena parte del material que se ha publicado sobre la reforma energética –o mejor dicho la petrolera–, y he tomado notas de los debates difundidos, sobre este tema, en el Canal 11. Lo menos que podía hacer, creo, era tratar de saber por qué no sé y, así, saber un poco más.
La mancuerna del Diablo
Defender nuestro petróleo de los intereses extranjeros implica, entre otras cosas –y cuando menos–, saber por qué lo hacemos. Algo en este sentido puede enseñarnos la historia y en particular la de América Latina, que no ha sido otra cosa, desde hace dos siglos, que la patética relación de los dorados auges y las caídas estrepitosas de sus productos, o en otras palabras la alternancia del milagro económico y la quiebra súbita y casi absoluta.
Desde 1810, cuando los países latinoamericanos bajo el dominio español comenzaron a independizarse, Inglaterra se propuso evitar que estas ex colonias cayeran en manos francesas o estadunidenses. En las siguientes décadas, los ingleses ya se habían encargado de construir en nuestros países varios ferrocarriles destinados no a beneficiar el transporte interno de materias primas y mercancías, sino a facilitar la salida de éstas al mar, con destino al Reino Unido. En 1850, estaban ya terminados el ferrocarril de Maná, en Brasil; el de Copiapó, en Chile, y el de Veracruz-El Molino, de México. Siguieron, pocos años después, en Colombia el de Aspinwall-Panamá y, en 1857, en Argentina, el de Buenos Aires-Suroeste.
Pocos años más tarde unas cuantas empresas inglesas se habían ya apoderado del cobre chileno y creado un imperio azucarero en el archipiélago de Sotavento, las Guayanas, Jamaica, Haití, Guadalupe, Puerto Rico, las costas peruanas y desde luego, Cuba, cuyo dominio no tardaría en pasar de las manos británicas a las estadunidenses; esta isla del Caribe no sólo le sería útil a Estados Unidos para hacer de ella un gran burdel en beneficio de la mafia, sino también para controlar la producción y el aprovechamiento de algo más que el azúcar y el tabaco: el níquel, el cobre, el hierro, el manganeso y el tungsteno.
Entre las fuentes y documentos a los que podemos acudir para ratificar las inmensas depredaciones que ha sufrido nuestro continente, destaca desde luego el libro del uruguayo Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina, uno de los recuentos más lúcidos y completos y, diría yo, más dolorosos, de la expoliación que han sufrido nuestros pobres países al “asociarse” con empresas extranjeras representantes del capitalismo más puro y salvaje. Esto no hubiera sido posible, desde luego, sin la corrupción y la connivencia criminal de gobernantes latinoamericanos siempre dispuestos a asociarse con los intereses extranjeros para completar la mancuerna. Los casos han sido numerosos. Entre ellos, por ejemplo, el del presidente Castelo Branco de Brasil, quien le entregó a la US Steel el derecho de adquirir 49 por ciento de las acciones de los yacimientos de hierro de la sierra de Los Carajas. Esta empresa, nos cuenta Galeano, se encargó también de sacar, y transportar en sus propios buques, “todo el hierro que se extraía en cantidades gigantescas del Cerro de Bolívar el Venezuela”, como nos cuenta Galeano. Otro ejemplo es el del sanguinario dictador guatemalteco, Jorge Ubico, quien le otorgó a las empresas cafetaleras y bananeras extranjeras lo que Galeano llama “el derecho a matar”, al exentar a los finqueros de responsabilidad criminal respecto a la muerte de sus trabajadores.
Estos finqueros eran, por supuesto, representantes de la United Fruit, el gigante estadunidense que les hizo merecer, a los países centroamericanos por él explotados, el nombre de Repúblicas Bananeras. “Mamá Yunai”, como se llamaba a esta empresa –y tal fue el título de la novela del costarricense Carlos Luis Fallas– ejerció durante muchos decenios una explotación inmisericorde de sus trabajadores, corrompió gobiernos, organizó matanzas y puso y depuso a dictadores. Fue también la responsable, la United Fruit –y esto no lo dice un libro escrito por un comunista: lo dice la Enciclopedia Británica–, del asesinato del líder colombiano Jorge Eliécer Gaitán durante el Bogotazo de 1948.
Hubo, sí, mandatarios que lucharon contra estos intereses. Su destino fue trágico.
A fines del sigo XIX, el presidente Balmaceda, de Chile, anunció su intención de nacionalizar los distritos salitreros del país. Los barcos británicos bloquearon las costas de Chile y Balmaceda, derrotado y derrocado, se suicidó. Ya entrado el siglo XX, en 1930, cuando el Congreso Argentino estaba a punto de votar la ley que disponía la nacionalización del petróleo, el presidente Hipólito Irigoyen fue derribado por el general José Félix Uriburu.
Los veneros del Diablo
La frase que aparece en el poema La Suave Patria, del gran poeta zacatecano Ramón López Velarde, resultó profética: el petróleo es un regalo que nos dio el Diablo.
Casi no hubo materia prima importante producida en la América Latina: el salitre, el nitrato de sodio, el azúcar, el algodón de Marañao, el cacao “que alumbró las fortunas de la oligarquía de Caracas” –Galeano– que no fuera objeto de la codicia y del pillaje primero británico y después estadunidense: Estados Unidos comenzó a ganarle terreno al decadente imperio británico y comenzó así el reinado de Union Carbide, Cynamid, Minnesota Manufacturera, Dow Chemical, Lever Brothers, Westinghouse y una veintena más, estadunidenses primero, multinacionales después, que se encargaron de imponer y sostener a todos aquellos sátrapas que las apoyaron: dictadores de opereta, sádicos, carniceros, feroces, asesinos, histriones y dementes. La lista es muy larga.
Ya para entonces, también, el petróleo se había vuelto el rey de las materias primas. Descubierto en lo que es hoy Irak hace más de 2 mil años, fue en un país vecino, Persia –hoy Irán–, donde, en 1901, Gran Bretaña consiguió del Sha Muzafarr al-Din la concesión para la explotación de la región. En unos cuantos años siguieron Kuwait, Bahrein y la conquista de Bagdad, la ciudad que fue clave para los británicos en su camino a la India y sobre todo en la ruta hacia los campos petroleros iraníes. Tras la Segunda Guerra Mundial, fue Estados Unidos, no Inglaterra, el país que aseguró en su beneficio los suministros petroleros de la región saudita, cuando, a bordo del barco Quincy, en aguas de Suez, Roosevelt celebró un tratado con Ibn Saoud, el fundador de la moderna Saudiarabia.
Una quincena de años antes, dos empresas petroleras, la Standard Oil de Nueva Jersey y la Shell, provocaron la guerra de El Chaco, el conflicto más cruento de toda la historia de América Latina, en el cual se enfrentaron los dos países más pobres del continente en ese entonces: Bolivia y Paraguay. Más de 80 mil bolivianos y 40 mil paraguayos pagaron con sus vidas. Nuevamente, no fue un comunista el que denunció el siniestro papel que jugaron estos dos gigantes: lo hizo un personaje de la política estadunidense, Huey Long, senador y después gobernador de Luisiana.
El Diablo en México
Es de suponerse que los mexicanos conocemos bien la historia de nuestro petróleo. En 1938, la nacionalización realizada por Lázaro Cárdenas afectó profundamente los intereses petroleros de varias naciones como Inglaterra, Holanda y los Estados Unidos. Entre las empresas nacionalizadas se encontraban, como lo señala la Enciclopedia de México de Rogelio Álvarez, la Huasteca Petroleum Co., la Sinclair Pierce Oil Co., la Standford y Cía., la California Standard Oil, la Consolidated Oil Co., la Atlantic Gulf Refining y la Transportation Co. A pesar de que México cumplió con el compromiso contraído para indemnizar a esas compañías, la estadunidense Standard Oil y la holandesa Royal Dutch bloquearon las exportaciones mexicanas de petróleo y abastecimientos para pozos y refinerías. Éstas y otras empresas ya se habían encargado de agotar, y llevarse consigo, la riqueza de la “Faja de Oro”, en los tiempos en que México cubría 25 por ciento de la demanda petrolera planetaria.
Pero el presidente Cárdenas no fue derrocado por los militares. No fue asesinado. No se suicidó. No acabó sus días en el exilio. A sabiendas de que a Estados Unidos le convenía tener a su alcance la riqueza petrolera mexicana para acaparar la producción e incluso apoderarse de ella si era necesario, obligó a México a declararle la guerra al Eje. México había sido neutral durante la Gran Guerra. Esta vez, esa posición era intolerable. Y fue entonces cuando se maquinó, de la manera más burda, el casus belli indispensable: el supuesto bombardeo, por parte de submarinos alemanes, de varios buquetanques petroleros: el Potrero del Llano, el Faja de Oro, Las Choapas y el Amatlán.
Con algo más pagamos: con la participación en la guerra de más de 15 mil mexicanos que vivían en Estados Unidos (Enciclopedia de México), y la muerte de cinco pilotos mexicanos del Escuadrón 201 en la guerra del Pacífico. Y también con el trabajo de decenas de miles de braceros mexicanos que exigían los agricultores del sur de Estados Unidos para levantar sus cosechas de algodón, uva, betabel, naranja, y otras frutas y verduras.
A pesar de que faltaban veinte años para que el carismático líder César Chávez creara una organización que defendiera los intereses de los inmigrantes en esas tierras, siempre humillados y explotados, los braceros mexicanos descubrieron algo en ellas que era un poco mejor que el infierno, y que les permitía llevar dólares a su país. Y éste fue el detonador de lo que se convirtió en la inmensa e incontrolable emigración de mexicanos hacia Estados Unidos.
Es, pues, la historia, y no la histeria, la que nos proporciona razones más que suficientes para desconfiar de nuestra asociación con cualquier empresa extranjera.
Los veneros de petróleo que nos dio el Diablo
Con esta contribución me incluyo y me retiro al mismo tiempo del llamado debate sobre el petróleo. En un programa difundido la semana pasada en el Canal 11, el senador por el PRD Graco Ramírez afirmó –cito de memoria– que la gran mayoría de los mexicanos tiene una opinión definida sobre el futuro del petróleo en México. Es probable que, sin embargo, yo no pertenezca a esa gran mayoría: me retiro porque no tengo la capacidad, o en otras palabras, la preparación, los estudios necesarios para opinar sobre las implicaciones tecnológicas y económicas de una reforma energética. Coincido con lo que dijo Manuel Bartlett Díaz en la revista Forma del mes de enero-febrero de este 2008: “Nadie sabe qué es la reforma energética y todos saben qué es la reforma energética”.
Sí pertenezco, en cambio, a esa mayoría total –quiero pensar que lo es– de mexicanos que estamos dispuestos a defender a ultranza nuestro petróleo. ¿Quién no lo está? Pero pertenecer a esta mayoría, y formar parte de un grupo selecto en el que se mezclan simples novelistas –como un servidor– con expertos en politología, historia y economía, es otra cosa. En este caso, pienso que el escritor queda en desventaja. O al menos yo, por mi ignorancia.
Ampararse con la bandera de la ignorancia no es, desde luego, un motivo de orgullo y mucho menos un pretexto digno para retirarse de la arena. En las últimas semanas he leído con asiduidad y con cuidado una buena parte del material que se ha publicado sobre la reforma energética –o mejor dicho la petrolera–, y he tomado notas de los debates difundidos, sobre este tema, en el Canal 11. Lo menos que podía hacer, creo, era tratar de saber por qué no sé y, así, saber un poco más.
La mancuerna del Diablo
Defender nuestro petróleo de los intereses extranjeros implica, entre otras cosas –y cuando menos–, saber por qué lo hacemos. Algo en este sentido puede enseñarnos la historia y en particular la de América Latina, que no ha sido otra cosa, desde hace dos siglos, que la patética relación de los dorados auges y las caídas estrepitosas de sus productos, o en otras palabras la alternancia del milagro económico y la quiebra súbita y casi absoluta.
Desde 1810, cuando los países latinoamericanos bajo el dominio español comenzaron a independizarse, Inglaterra se propuso evitar que estas ex colonias cayeran en manos francesas o estadunidenses. En las siguientes décadas, los ingleses ya se habían encargado de construir en nuestros países varios ferrocarriles destinados no a beneficiar el transporte interno de materias primas y mercancías, sino a facilitar la salida de éstas al mar, con destino al Reino Unido. En 1850, estaban ya terminados el ferrocarril de Maná, en Brasil; el de Copiapó, en Chile, y el de Veracruz-El Molino, de México. Siguieron, pocos años después, en Colombia el de Aspinwall-Panamá y, en 1857, en Argentina, el de Buenos Aires-Suroeste.
Pocos años más tarde unas cuantas empresas inglesas se habían ya apoderado del cobre chileno y creado un imperio azucarero en el archipiélago de Sotavento, las Guayanas, Jamaica, Haití, Guadalupe, Puerto Rico, las costas peruanas y desde luego, Cuba, cuyo dominio no tardaría en pasar de las manos británicas a las estadunidenses; esta isla del Caribe no sólo le sería útil a Estados Unidos para hacer de ella un gran burdel en beneficio de la mafia, sino también para controlar la producción y el aprovechamiento de algo más que el azúcar y el tabaco: el níquel, el cobre, el hierro, el manganeso y el tungsteno.
Entre las fuentes y documentos a los que podemos acudir para ratificar las inmensas depredaciones que ha sufrido nuestro continente, destaca desde luego el libro del uruguayo Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina, uno de los recuentos más lúcidos y completos y, diría yo, más dolorosos, de la expoliación que han sufrido nuestros pobres países al “asociarse” con empresas extranjeras representantes del capitalismo más puro y salvaje. Esto no hubiera sido posible, desde luego, sin la corrupción y la connivencia criminal de gobernantes latinoamericanos siempre dispuestos a asociarse con los intereses extranjeros para completar la mancuerna. Los casos han sido numerosos. Entre ellos, por ejemplo, el del presidente Castelo Branco de Brasil, quien le entregó a la US Steel el derecho de adquirir 49 por ciento de las acciones de los yacimientos de hierro de la sierra de Los Carajas. Esta empresa, nos cuenta Galeano, se encargó también de sacar, y transportar en sus propios buques, “todo el hierro que se extraía en cantidades gigantescas del Cerro de Bolívar el Venezuela”, como nos cuenta Galeano. Otro ejemplo es el del sanguinario dictador guatemalteco, Jorge Ubico, quien le otorgó a las empresas cafetaleras y bananeras extranjeras lo que Galeano llama “el derecho a matar”, al exentar a los finqueros de responsabilidad criminal respecto a la muerte de sus trabajadores.
Estos finqueros eran, por supuesto, representantes de la United Fruit, el gigante estadunidense que les hizo merecer, a los países centroamericanos por él explotados, el nombre de Repúblicas Bananeras. “Mamá Yunai”, como se llamaba a esta empresa –y tal fue el título de la novela del costarricense Carlos Luis Fallas– ejerció durante muchos decenios una explotación inmisericorde de sus trabajadores, corrompió gobiernos, organizó matanzas y puso y depuso a dictadores. Fue también la responsable, la United Fruit –y esto no lo dice un libro escrito por un comunista: lo dice la Enciclopedia Británica–, del asesinato del líder colombiano Jorge Eliécer Gaitán durante el Bogotazo de 1948.
Hubo, sí, mandatarios que lucharon contra estos intereses. Su destino fue trágico.
A fines del sigo XIX, el presidente Balmaceda, de Chile, anunció su intención de nacionalizar los distritos salitreros del país. Los barcos británicos bloquearon las costas de Chile y Balmaceda, derrotado y derrocado, se suicidó. Ya entrado el siglo XX, en 1930, cuando el Congreso Argentino estaba a punto de votar la ley que disponía la nacionalización del petróleo, el presidente Hipólito Irigoyen fue derribado por el general José Félix Uriburu.
Los veneros del Diablo
La frase que aparece en el poema La Suave Patria, del gran poeta zacatecano Ramón López Velarde, resultó profética: el petróleo es un regalo que nos dio el Diablo.
Casi no hubo materia prima importante producida en la América Latina: el salitre, el nitrato de sodio, el azúcar, el algodón de Marañao, el cacao “que alumbró las fortunas de la oligarquía de Caracas” –Galeano– que no fuera objeto de la codicia y del pillaje primero británico y después estadunidense: Estados Unidos comenzó a ganarle terreno al decadente imperio británico y comenzó así el reinado de Union Carbide, Cynamid, Minnesota Manufacturera, Dow Chemical, Lever Brothers, Westinghouse y una veintena más, estadunidenses primero, multinacionales después, que se encargaron de imponer y sostener a todos aquellos sátrapas que las apoyaron: dictadores de opereta, sádicos, carniceros, feroces, asesinos, histriones y dementes. La lista es muy larga.
Ya para entonces, también, el petróleo se había vuelto el rey de las materias primas. Descubierto en lo que es hoy Irak hace más de 2 mil años, fue en un país vecino, Persia –hoy Irán–, donde, en 1901, Gran Bretaña consiguió del Sha Muzafarr al-Din la concesión para la explotación de la región. En unos cuantos años siguieron Kuwait, Bahrein y la conquista de Bagdad, la ciudad que fue clave para los británicos en su camino a la India y sobre todo en la ruta hacia los campos petroleros iraníes. Tras la Segunda Guerra Mundial, fue Estados Unidos, no Inglaterra, el país que aseguró en su beneficio los suministros petroleros de la región saudita, cuando, a bordo del barco Quincy, en aguas de Suez, Roosevelt celebró un tratado con Ibn Saoud, el fundador de la moderna Saudiarabia.
Una quincena de años antes, dos empresas petroleras, la Standard Oil de Nueva Jersey y la Shell, provocaron la guerra de El Chaco, el conflicto más cruento de toda la historia de América Latina, en el cual se enfrentaron los dos países más pobres del continente en ese entonces: Bolivia y Paraguay. Más de 80 mil bolivianos y 40 mil paraguayos pagaron con sus vidas. Nuevamente, no fue un comunista el que denunció el siniestro papel que jugaron estos dos gigantes: lo hizo un personaje de la política estadunidense, Huey Long, senador y después gobernador de Luisiana.
El Diablo en México
Es de suponerse que los mexicanos conocemos bien la historia de nuestro petróleo. En 1938, la nacionalización realizada por Lázaro Cárdenas afectó profundamente los intereses petroleros de varias naciones como Inglaterra, Holanda y los Estados Unidos. Entre las empresas nacionalizadas se encontraban, como lo señala la Enciclopedia de México de Rogelio Álvarez, la Huasteca Petroleum Co., la Sinclair Pierce Oil Co., la Standford y Cía., la California Standard Oil, la Consolidated Oil Co., la Atlantic Gulf Refining y la Transportation Co. A pesar de que México cumplió con el compromiso contraído para indemnizar a esas compañías, la estadunidense Standard Oil y la holandesa Royal Dutch bloquearon las exportaciones mexicanas de petróleo y abastecimientos para pozos y refinerías. Éstas y otras empresas ya se habían encargado de agotar, y llevarse consigo, la riqueza de la “Faja de Oro”, en los tiempos en que México cubría 25 por ciento de la demanda petrolera planetaria.
Pero el presidente Cárdenas no fue derrocado por los militares. No fue asesinado. No se suicidó. No acabó sus días en el exilio. A sabiendas de que a Estados Unidos le convenía tener a su alcance la riqueza petrolera mexicana para acaparar la producción e incluso apoderarse de ella si era necesario, obligó a México a declararle la guerra al Eje. México había sido neutral durante la Gran Guerra. Esta vez, esa posición era intolerable. Y fue entonces cuando se maquinó, de la manera más burda, el casus belli indispensable: el supuesto bombardeo, por parte de submarinos alemanes, de varios buquetanques petroleros: el Potrero del Llano, el Faja de Oro, Las Choapas y el Amatlán.
Con algo más pagamos: con la participación en la guerra de más de 15 mil mexicanos que vivían en Estados Unidos (Enciclopedia de México), y la muerte de cinco pilotos mexicanos del Escuadrón 201 en la guerra del Pacífico. Y también con el trabajo de decenas de miles de braceros mexicanos que exigían los agricultores del sur de Estados Unidos para levantar sus cosechas de algodón, uva, betabel, naranja, y otras frutas y verduras.
A pesar de que faltaban veinte años para que el carismático líder César Chávez creara una organización que defendiera los intereses de los inmigrantes en esas tierras, siempre humillados y explotados, los braceros mexicanos descubrieron algo en ellas que era un poco mejor que el infierno, y que les permitía llevar dólares a su país. Y éste fue el detonador de lo que se convirtió en la inmensa e incontrolable emigración de mexicanos hacia Estados Unidos.
Es, pues, la historia, y no la histeria, la que nos proporciona razones más que suficientes para desconfiar de nuestra asociación con cualquier empresa extranjera.
lunes, 14 de abril de 2008
martes, 1 de abril de 2008
Así debe ser!
Leyes suecas sobre prostitución ya no son objeto de burla
La mayoría de los países europeos prohíben los burdeles y a los proxenetas, pero toleran la prostitución y no castigan ni a prostitutas ni a clientes. Los burdeles son legales en Alemania y Holanda si tienen licencias comerciales.
ESTOCOLMO, Suecia.- La prostitución no es ilegal en Suecia, pero la contratación de una prostituta sí.
Este enfoque radical fue ridiculizado por muchos cuando los suecos lo pusieron en vigor hace nueve años, pero súbitamente está despertando interés en otros países.
Las escapadas con prostitutas que costaron su carrera política al gobernador de Nueva York Eliot Spitzer avivaron el debate sobre el tema y varios países expresaron interés en el modelo sueco, que castiga al cliente y considera a las prostitutas como víctimas explotadas.
Las autoridades suecas afirman que las leyes hicieron que disminuyese la demanda de prostitutas y cambiase la actitud de la gente frente a esa actividad.
“No tenemos problemas con las prostitutas. Nuestro problema es con los que pagan para mantener relaciones sexuales'’, expresó Kajsa Wahlberg, de la división de tráfico humano de la policía nacional sueca.
Agregó que funcionarios policiales y políticos extranjeros vienen a Suecia para informarse de la legislación aprobada en 1999. Llegan incluso desde Holanda, donde la prostitución es legal pero las autoridades clausuraron varios burdeles en la zona roja de Amsterdam como parte de una campaña contra el crimen organizado.
En enero se presentó una delegación británica de alto nivel, en momentos en que en Gran Bretaña se analizaban leyes sobre la prostitución, que prohiben a las prostitutas ofrecer sus servicios, pero no castigan a quienes las contratan.
El gobierno noruego planea proponer leyes similares a las suecas.
La legislación sueca contempla multas y condenas de hasta seis meses de cárcel por la contratación de prostitutas. Además, se delata públicamente al involucrado. Un puñado de jueces se han visto envueltos en escándalos con prostitutas, incluido uno de la Corte Suprema que fue multado en el 2005 tras admitir que pagó para mantener relaciones con otro hombre.
También se castiga a los proxenetas y a los dueños de burdeles, pero no a las prostitutas, que son consideradas víctimas, personas tratadas como objetos en el negocio del sexo.
Si bien las autoridades suecas consideran que la legislación es un éxito, hay quienes no aceptan la afirmación de que redujo la prostitución y plantean la posibilidad de que lo único que logró fue hacer que las prostitutas se concentren en sitios más aislados y peligrosos. Wahlberg admite que no hay estadísticas confiables, pero calcula que hubo un descenso del 40% en la cantidad de prostitutas entre 1998 y el 2003, de 2.500 a 1.500.
Señala que se tiene información de que los traficantes de personas no quieren saber nada con Suecia debido a su legislación.
“Sopesan las ganancias, los costos, la comercialización y el peligro de ser arrestado'’, dijo Wahlberg.
“Estamos tratando de crear las peores condiciones para estas actividades'’.
Petra Ostergren, escritora que ha estudiado a fondo el tema de la prostitución, considera que la legislación no funciona bien.
“La prostitución no ha disminuido y muchas chicas jóvenes ofrecen sus servicios por internet para costear sus estudios universitarios'’, declaró.
Una prostituta de 46 años que se opone a la legislación dice que las medidas hicieron que las prostitutas sean más vulnerables a actos de violencia.
“Si una prostituta inicia una negociación con un cliente en la calle y aparece la policía, sube al auto de inmediato, sin haber podido medir bien los riesgos'’, manifestó.
La mujer, quien tiene dos hijos y es conocida con el seudónimo de Isabella Lund, dijo que las autoridades jamás consultaron a las prostitutas sobre las medidas.
La legislación entró en vigor en momentos en que varios países europeos avanzaban en la dirección contraria. En la vecina Dinamarca, por ejemplo, la prostitución dejó de ser considerada un delito.
La mayoría de los países europeos prohíben los burdeles y a los proxenetas, pero toleran la prostitución y no castigan ni a prostitutas ni a clientes. Los burdeles son legales en Alemania y Holanda si tienen licencias comerciales.
Marianne Eriksson recuerda que fue ridiculizada por otros legisladores cuando impulsó la legislación sueca en el Parlamento Europeo en 1997.
“Decían que era lo más absurdo que habían escuchado jamás. Muchos se rieron a carcajadas'’, manifestó Eriksson, quien preside hoy la rama de Estocolmo del Partido de Izquierda.
Acotó que en la actualidad, el modelo sueco genera “fuertes respuestas'’ de otros países europeos, incluso en aquellos que a la larga descartan esas medidas.
Los suecos dan tal importancia al tema que el defensor del pueblo Claes Borgstrom propuso que el país boicotease la Copa Mundial de fútbol del 2006 en Alemania porque se esperaba que durante su transcurso proliferase la prostitución. La propuesta fue descartada por la federación sueca de fútbol.
La mayoría de los países europeos prohíben los burdeles y a los proxenetas, pero toleran la prostitución y no castigan ni a prostitutas ni a clientes. Los burdeles son legales en Alemania y Holanda si tienen licencias comerciales.
ESTOCOLMO, Suecia.- La prostitución no es ilegal en Suecia, pero la contratación de una prostituta sí.
Este enfoque radical fue ridiculizado por muchos cuando los suecos lo pusieron en vigor hace nueve años, pero súbitamente está despertando interés en otros países.
Las escapadas con prostitutas que costaron su carrera política al gobernador de Nueva York Eliot Spitzer avivaron el debate sobre el tema y varios países expresaron interés en el modelo sueco, que castiga al cliente y considera a las prostitutas como víctimas explotadas.
Las autoridades suecas afirman que las leyes hicieron que disminuyese la demanda de prostitutas y cambiase la actitud de la gente frente a esa actividad.
“No tenemos problemas con las prostitutas. Nuestro problema es con los que pagan para mantener relaciones sexuales'’, expresó Kajsa Wahlberg, de la división de tráfico humano de la policía nacional sueca.
Agregó que funcionarios policiales y políticos extranjeros vienen a Suecia para informarse de la legislación aprobada en 1999. Llegan incluso desde Holanda, donde la prostitución es legal pero las autoridades clausuraron varios burdeles en la zona roja de Amsterdam como parte de una campaña contra el crimen organizado.
En enero se presentó una delegación británica de alto nivel, en momentos en que en Gran Bretaña se analizaban leyes sobre la prostitución, que prohiben a las prostitutas ofrecer sus servicios, pero no castigan a quienes las contratan.
El gobierno noruego planea proponer leyes similares a las suecas.
La legislación sueca contempla multas y condenas de hasta seis meses de cárcel por la contratación de prostitutas. Además, se delata públicamente al involucrado. Un puñado de jueces se han visto envueltos en escándalos con prostitutas, incluido uno de la Corte Suprema que fue multado en el 2005 tras admitir que pagó para mantener relaciones con otro hombre.
También se castiga a los proxenetas y a los dueños de burdeles, pero no a las prostitutas, que son consideradas víctimas, personas tratadas como objetos en el negocio del sexo.
Si bien las autoridades suecas consideran que la legislación es un éxito, hay quienes no aceptan la afirmación de que redujo la prostitución y plantean la posibilidad de que lo único que logró fue hacer que las prostitutas se concentren en sitios más aislados y peligrosos. Wahlberg admite que no hay estadísticas confiables, pero calcula que hubo un descenso del 40% en la cantidad de prostitutas entre 1998 y el 2003, de 2.500 a 1.500.
Señala que se tiene información de que los traficantes de personas no quieren saber nada con Suecia debido a su legislación.
“Sopesan las ganancias, los costos, la comercialización y el peligro de ser arrestado'’, dijo Wahlberg.
“Estamos tratando de crear las peores condiciones para estas actividades'’.
Petra Ostergren, escritora que ha estudiado a fondo el tema de la prostitución, considera que la legislación no funciona bien.
“La prostitución no ha disminuido y muchas chicas jóvenes ofrecen sus servicios por internet para costear sus estudios universitarios'’, declaró.
Una prostituta de 46 años que se opone a la legislación dice que las medidas hicieron que las prostitutas sean más vulnerables a actos de violencia.
“Si una prostituta inicia una negociación con un cliente en la calle y aparece la policía, sube al auto de inmediato, sin haber podido medir bien los riesgos'’, manifestó.
La mujer, quien tiene dos hijos y es conocida con el seudónimo de Isabella Lund, dijo que las autoridades jamás consultaron a las prostitutas sobre las medidas.
La legislación entró en vigor en momentos en que varios países europeos avanzaban en la dirección contraria. En la vecina Dinamarca, por ejemplo, la prostitución dejó de ser considerada un delito.
La mayoría de los países europeos prohíben los burdeles y a los proxenetas, pero toleran la prostitución y no castigan ni a prostitutas ni a clientes. Los burdeles son legales en Alemania y Holanda si tienen licencias comerciales.
Marianne Eriksson recuerda que fue ridiculizada por otros legisladores cuando impulsó la legislación sueca en el Parlamento Europeo en 1997.
“Decían que era lo más absurdo que habían escuchado jamás. Muchos se rieron a carcajadas'’, manifestó Eriksson, quien preside hoy la rama de Estocolmo del Partido de Izquierda.
Acotó que en la actualidad, el modelo sueco genera “fuertes respuestas'’ de otros países europeos, incluso en aquellos que a la larga descartan esas medidas.
Los suecos dan tal importancia al tema que el defensor del pueblo Claes Borgstrom propuso que el país boicotease la Copa Mundial de fútbol del 2006 en Alemania porque se esperaba que durante su transcurso proliferase la prostitución. La propuesta fue descartada por la federación sueca de fútbol.
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